Cada mañana, María se miraba en el espejo, pensando cómo había desaparecido aquella Miss Costa Blanca de 1995. Lentamente, se vestía con su ropa de cajera y marchaba al supermercado.
A la misma hora, Javier se acicalaba y perfumaba, deseando que, por fin, aquella cajera se fijara en un cliente que todas las mañanas compraba comida preparada… para dos.